Puede que alguna vez hayamos presenciado la desagradable sorpresa de ver cómo nuestra mascota se alimentaba de sus propias heces, o incluso de las de otros animales. Ese trastorno recibe el nombre de coprofagia, y puede darse en tres variantes:
- Autocoprofagia, cuando come sus propias heces.
- Intraespecífica, cuando come heces de otros animales de su propia especie.
- Interespecífica, cuando las heces son de otras especies.
Es un problema que debemos atajar rápidamente ante posibles complicaciones futuras, tanto físicas como mentales, de nuestro compañero animal.
¿A qué animales afecta esta conducta?
La coprofagia está presente en varias especies animales: roedores, simios, cánidos, e incluso algunos reptiles. Podemos encontrarnos, por ejemplo, que nuestra tortuga terrestre ingiere heces (propias o ajenas) en determinadas épocas del año. Estos casos se han descrito como conductas habituales también en estado salvaje, ya que es un modo de suplir unas carencias alimenticias por no encontrar alimentos adecuados.
En otros casos, como el de los conejos o las cobayas, la ingesta de heces se produce de manera intencionada. No cuentan con un sistema digestivo muy sofisticado, con lo que evacúan unas determinadas heces llamadas “cecotrofos”, que son unas deposiciones blandas de comida a medio digerir que les sirven para dar un segundo pase a los alimentos y aprovechar al máximo sus nutrientes.
Pero sin duda al hablar de mascotas, el caso que más destaca es el de la coprofagia en los perros.
Mi perro come heces, ¿por qué?
- Problemas médicos: como trastornos en el páncreas o en el intestino. Aunque no suele ser la razón más habitual, es conveniente que hagamos una visita a nuestro veterinario, ¡por si acaso!.
- Ansiedad o estrés: algunos perros que viven en perreras o que se ven sometidos a determinadas situaciones que no les gustan, optan por ese comportamiento casi de un modo compulsivo como una especie de ansiolítico que les hace llevar mejor esa situación.
- Mala alimentación: si no damos a nuestra mascota una dieta rica y equilibrada, ellos buscan alguna manera de suplir las carencias de vitaminas y minerales. Un pienso de baja calidad o no comer las veces necesarias puede conducir a ese trastorno.
- Necesidad de llamar la atención: aunque sea para regañarle, el perro quiere que su dueño le preste atención. Sabe que comiendo heces se enfadará, pero aún así prefiere eso a ser ignorado, inclusive algunos lo llegan a tomar como una rutina de juego.
- Miedo: la educación de nuestro perro pasa por hacerle entender dónde y cuándo tiene que hacer sus deposiciones. Cuando esa educación no se ejerce de manera correcta, el perro pensará que hacer sus necesidades, dónde sea y cómo sea, es algo malo. Por lo tanto, intentará eliminar las pruebas antes de recibir un castigo o regañina.
- Imitación: muchos perros imitan a sus congéneres ante ese y otros muchos comportamientos.
Riesgos para la salud de nuestro perro
La transmisión de parásitos es el problema más grave de la coprofagia. Normalmente, este problema se intensifica cuando las heces que ingiere son de otros perros o de gatos, ya que se pueden infectar de enfermedades como la hepatitis o el parvovirus. Si las heces son de hace una o dos semanas, puede que también se vea infectado por lombrices y otros trastornos intestinales.
En el caso de que las heces sean de gato, también puede conllevar a que nuestro perro se contagie de toxoplasmosis.
Cómo podemos resolverlo
Como en casi todo, lo mejor que podemos hacer es acotar el problema desde el principio ofreciendo a nuestro perro una correcta educación. Alimentarle de manera adecuada y resolver sus necesidades de juego y ejercicio diario son también gestos que ayudan a evitar desde un principio estos comportamientos.
- Debemos ofrecerles otros estímulos alternativos, como juguetes, que sean más divertidos para el perro que comer heces. Tras una buena sesión de ejercicio y juego, nuestro perro se relajará y no se obsesionará con malas conductas.
- Algo que nos puede ayudar es mantener limpio el entorno de la mascota, libre de heces que puedan convertirse en “tentaciones”. Al pasear por la calle, es recomendable llevarle siempre con correa para controlarlo y corregirlo en caso de ser necesario.
- Un cambio en la dieta del animal puede ser beneficioso, siempre haciendo dicho cambio paulatinamente. Podemos ofrecerle alimentos preparados más suculentos, o más ricos en nutrientes. O algo tan sencillo como ampliarle su horario de comidas (en vez de tres comidas al día darle cinco más menudas, por ejemplo) también puede resultar de mucha ayuda.
- Existen productos que impregnan un sabor a las heces que la mayoría de perros rechazan. ¡Pero ojo! No es aconsejable utilizar cualquier producto, en algunas ocasiones puede que pensemos que con alguna salsa picante el perro no volverá a acercarse, pero no ocurre en todos los casos y podemos provocarle vómitos o diarreas.
Por último, lo más importante en casos muy compulsivos, o ante cualquier tipo de duda, es acudir a nuestro veterinario. Evaluar la situación y descartar posibles trastornos físicos del animal es fundamental.