"Diario de MiauMiau: hoy les ocurre algo raro a mis humanos. No sé por qué llevan varios días muy nerviosos y no están apenas en casa... Parece que ya vuelven, y cuánto alboroto! Andá... pero ¿qué traen? Hay algo que emite unos ruidos un tanto extraños, ¡parece un humano en miniatura! No tengo ni idea de qué es, y me están entrando unas ganas terribles de ir a descubrirlo y si sirve para jugar..." Este puede ser el principio de una bonita historia entre un niño y un gato.
Es frecuente que al crear una familia también se quiera añadir animales de compañía, bien nuevas adopciones o los que ya conviven con nosotros desde hace tiempo. Pero hay que tener en cuenta que, como toda buena relación, primero deben conocerse y seguir unos pasos para que todo tenga un final muy muy feliz.
Eso sí, como cualquier animal hay que tener claro que el gato será un miembro más de nuestra familia. Tendrá sus necesidades y habrá que prestarle atención. Muchas veces los niños "prometen" que lo cuidarán con el fin de que se lo regalen. Hay que tener una cosa clara: ellos son niños, realmente la responsabilidad siempre caerá en el adulto aunque ellos puedan ayudar a su cuidado. Recordad que es un ser vivo y no un capricho, no se puede devolver aunque no sea "como nosotros esperábamos".
¿Adulto o cachorro?
Al plantearse la opción de adoptar un nuevo gato que añadir a una familia con niños hay que elegir adecuadamente. En un principio puede pensarse que coger un cachorro de gato sería la mejor opción, pero realmente, y aunque muchos puedan defraudarse, lo mejor sería elegir un gato adulto. Los cachorros son más frágiles, y muchas veces la actividad de los niños puede ser demasiado duro para un gato muy pequeño.
Además, los cachorros necesitan ir aprendiendo educación paso a paso. Al convivir con niños, éstos no suelen tener la paciencia para decirles lo que está bien o mal, sino que simplemente juegan con el minino, lo que puede provocar que el gatito se "emocione" con el juego y acabe soltando algún arañazo de más lanzado accidentalmente.
Por eso, los gatos de entre 2 y 3 años con un temperamento calmado y que no sean excesivamente tímidos son la mejor elección para niños menores de 6 años.
¡La hora de la adopción!
La elección de visitar un refugio de animales para aumentar la familia es siempre la mejor. Suelen tener multitud de gatos adultos, y muchos de ellos ya han convivido anteriormente con niños, con lo que se facilita mucho las cosas. Además, los expertos que trabajan en los refugios seguro que nos ayudan a acertar al elegir, ya que conocen cada historia y como se comporta cada uno.
Lo aconsejable, además, es hacer varias visitas y no precipitarse en la elección, y si puede ir también el niño para que participe en la elección, ¡mucho mejor!.
Las presentaciones...
Antes de ponerse a jugar o que la curiosidad de uno u otro acabe en un primer encuentro algo movidito, lo mejor es seguir un proceso para presentarles a ambos mutuamente:
- Lo primero es ver si al gato le apetece el encuentro o no. Para ello, extenderemos un dedo hacia la nariz del gato. Si este lo huele y se frota con él, es señal de que lo acepta. En ese caso puedes enseñar al niño a hacer lo mismo, para que el felino también lo reconozca a él. En caso de que emita algún silbido o se aleja, será mejor dejar las presentaciones para otro momento, ¡nunca hay que forzar una presentación!
- El siguiente paso es que el adulto comience a acariciar al gato, de manera suave por la cabeza y el lomo. Si el gato sigue relajado, podemos coger al gato y ponerlo en nuestro regazo.
- Una vez tengamos al gato sobre nuestras piernas y esté relajado, podemos invitar al niño a que él también lo acaricie, siempre de una manera muy pausada, suave y bajo nuestra supervisión.
Las nuevas reglas de la casa
Enseñar al niño cómo es la personalidad del gato y cómo debe tratarle. Por ejemplo, a muchos gatos no les gusta que les acaricien muy bruscamente, con lo cual no deberán hacerlo de esta manera.
Tampoco pueden agarrar al gato de cualquier modo, ni abrazarle de manera extremadamente fuerte, a muchos gatos ni siquiera les gusta que los cojan en brazos. Estos apuntes deberá aprenderlos para que ambos convivan felices.
Por supuesto también es conveniente enseñar al gato que el niño es un miembro más de la familia, y que por tanto debe aprender a llevarse bien con él. Puede ser un gato paciente y aguantar, o bien subirse a un alto cuando se canse, pero ante todo tendrá que respetarle igual que al resto.
Lo que hay que tener muy claro se resume en una sola frase: "un gato no es un juguete"