¿Quién no ha oído alguna vez la frase: ¡Cuando las ranas críen pelo!?
Y es que estos pequeños animales de escurridiza textura forman parte de nuestra vida desde siempre: su croar en las noches de verano, la leyenda urbana de la lluvia de ranas, la rana Gustavo, etc.
Que se sepa, aún no ha aparecido la rana que ya haya criado pelo pero no menos sorprendente para los que nos acercamos por primera vez al mundo de las ranas es saber que lo que sí tienen estos anfibios son orejas. No orejas a simple vista como las de los mamíferos, claro. Las ranas carecen de pabellones externos, pero sí tienen oídos y además oyen muy bien.
El oído de este anfibio, el tímpano, es una membrana redonda situada detrás del ojo, muy cerca también de la boca. Es un círculo de un color algo diferente al de su piel y de tamaño variable según la raza de rana de la que hablemos. Dentro hay también un oído medio, que es el encargado de conducir los sonidos a un nervio especial que a su vez los lleva hasta el cerebro.
¿Por qué el oído de la rana es tan importante?
La ranas tienen muy buen oído y lo utilizan para comunicarse croando especialmente en época de apareamiento.
Las ranas cantan porque pueden oír. Y su canto es imprescindible para su supervivencia. A través del canto las ranas reconocen a los de su misma especie, advierten de la presencia de depredadores y comienzan el cortejo para aparearse. Durante el período de reproducción, el macho canta inflando en cada comisura de su boca una bolsa de piel muy elástica y rugosa que se hincha de aire para después soltarlo y emitir su característico sonido. Se les llama sacos vocales.
A la hembra de este anfibio le sirve que el macho croe para saber si es un buen partidoÉ Es decir, este sonido le sirve a ella para identificar la condición física y otros atributos de su pretendiente y así poder elegir entre un macho u otro.
Aunque a nosotros nos parezca que siempre es el mismo sonido, hay muchas variaciones dependiendo de la señal que quieran emitir y dependiendo de la especie de rana que sea.