Como contábamos en el artículo anterior de la serie, los gatos macho no juegan casi ningún papel en el cuidado de las crías. En esta nueva entrada hablaremos del papel de la madre en el cuidado de las crías, su conducta innata y cómo convivir con ella en esta fase de su vida.
El parto
Cuando le llega la hora de parir, una gata va a tratar de encontrar el mejor lugar para ello. En gatas que vivan en la calle, una vez encontrado el sitio idóneo, llegarán incluso a defenderlo con agresividad si fuese necesario. Esta agresividad también se muestra en los gatos domésticos, sobre todo frente a otros gatos y más si son machos, aunque ya hayan convivido con ellos. Para facilitar el proceso de dar a luz, existen cestas especialmente diseñadas para ello. Aparte de eso, de procurarle un entorno adecuado a la gata, poco más podremos hacer más que esperar que el proceso natural llegue a su fin. Nada más parir, llama la atención el cuidado que la gata presta a limpiar a sus gatitos. Al lameros, sin embargo, hace mucho más que retirar todo el líquido amniótico y otros restos del pelaje de sus crías. Con su lengua va a estimular la respiración de los recién nacidos, incluso les ayudará a que orinen y excreten por primera vez. Es tal este estímulo, que un gatito recién nacido no podrá vaciar su estómago sin él, normalmente. Con ellos, además, la madre va a guiar a sus hijos hacia las mamaspara que tomen su primer alimento fuera del vientre materno.
Los gatos al nacer, como muchos otros animales, son bastante delicados. Nacen ciegos y sordos, por los que la madre estará al cuidado suyo continuamente, sobre todo los primeros días. Las tres primeras semanas tras dar a luz, el comportamiento de la madre será muy protector. A veces demasiado. Verá enemigos donde no los hay y se mostrará agresiva ante cualquier mínimo estímulo. Incluso a nosotros nos verá como una amenaza, por no hablar de otros gatos, aunque ya haya convivido con ellos. Lo mejor durante este periodo es acercarse y tratarla con cuidado, lo mínimo posible. Se debe evitar también tocar a las crías, a no ser que sea estrictamente necesario si vemos que alguna tiene algún problema. Durante este período, la gata alimentará continuamente a sus gatitos. El calorro, como se conoce a la lecha materna, tiene los nutrientes suficientes para las crías, por lo que no necesitarán más alimentos. Además, le aportarán las defensas necesarias para completar su desarrollo. Continuamente moverá a los gatitos de sitio, buscando el lugar idóneo y más protegidos para mantenerlos a salvo. Lo ideal sería dejarle toda la libertad posible para ello, ya que si intentamos corregir este comportamiento natural, lo más probable es que responda agresivamente. Esta fase dura de 3 a 6 semanas, y es en ella donde la madre se mostrará más reacia a que nos acerquemos, tanto a ella como a sus gatitos. Sin embargo, podemos intentar acercarnos a ellos poco a poco, para ver cómo reacciona la madre. Normalmente, sobre todo en gatas primerizas, se mostrará muy agresiva, pero si no es su primer parto y la gata confía en nosotros, puede que nos deje coger y jugar un poco con sus crías. Debemos tantear un poco el terreno y ver cómo reacciona, para saber cuándo podemos acariciar a los gatitos y cuándo dejar de hacerlo.
La fase de aprendizaje
A partir de la sexta semana, aproximadamente, la gata irá cediendo poco a poco a sus gatitos un poco de libertad. Casi todo el comportamiento de los gatos es natural, instintivo, por lo que a base de explorar el mundo que le rodea o jugar con sus hermanitos irán aprendiendo a cazar y demás. La madre se mantendrá en segundo plano, vigilante, observando los jugueteos y corrigiéndolos. A veces les maullará o se acercará cuando las peleas entre hermanos sean más intensas de lo debido, parándolos con algún mordisco. La gata aquí también jugará un papel crucial a la hora de que los gatitos aprendan esos comportamientos que los diferencian de sus parientes salvajes. La propia madre corregirá los malos hábitos de sus crías, indicándoles que deben hacer sus necesidades en la caja de arena, dónde deben dormir, etcétera.
La relación entre la madre y sus hijos adultos
La gata irá mostrándose cada vez más y más indiferente hacia sus hijos, hasta que llegue un momento en que solamente los trate como a cualquier otro gato. Es un comportamiento recurrente en el reino animal, no debería de extrañarnos, ya que hay pocos ejemplos en los que el cuidado parental se alargue tanto como en nuestro caso. Una vez alcanzada la madurez sexual de los gatos, las relaciones familiares se difuminan hasta casi desaparecer. Tanto es así que, en el caso de colonias de gatos callejeros, los padres y los hijos pueden reproducirse entre ellos de nuevo. Sin embargo, el comportamiento de los gatos domésticos no siempre se parece a los de vida libre, como ya hemos comentado en más de una ocasión. No sería raro, por ejemplo, que la madre mediara en algún juego entre sus hijos como lo hacía cuando eran unos gatitos. Se comportará como un gato más en la casa, pero siempre ostentará una posición jerárquica superior entre los que un día fueron sus indefensos gatitos.