El instinto de territorialidad
A partir del instinto de territorialidad del perro se pueden explicar infinidad de comportamientos caninos, la gran mayoría de los que presenta, de hecho. Desde el principio debemos tener claro dos temas. El primero, que la territorialidad no siempre se muestra de manera agresiva, mediante ladridos o ataques. Se puede presentar de forma pasiva también, como en el marcaje de zonas. El otro tema es que durante la domesticación del perro nosotros nos convertimos en parte de su familia, de su manada, para lo bueno y para lo malo. Es decir, no se va a mostrar agresivo o protector sólo frente a otros perros, sino que también lo hará con humanos, lo cual puede suponer un problema si nuestro compañero canino no ha recibido el entrenamiento adecuado.
El área de su territorio
El tamaño del territorio variará en cada caso, pudiendo ir desde una pequeña zona como el cuarto donde duerme, hasta la barriada por donde solemos sacarlo a pasear. Su impulso salvaje lo llevará a ampliar lo más posible su territorio, siempre. Hasta el más tranquilo y dormilón de los perros comenzará a saltar y correr con el mero hecho de escuchar el tintineo de su correa.
La hora del paseo es el momento más excitante del día, incluso si la vuelta va a ser corta y con correa; incluso si tenemos un jardín enorme y nuestro peludo amigo ha corrido por él hasta hartarse. Siempre se alegrará de salir, independientemente de las energías que le queden, porque ha llegado el momento de satisfacer sus más puros instintos: reclamar lo que es suyo. Desde el primer segundo correrá de un lado a otro, olisqueando cada arbusto, farola o árbol que encuentre, tratando de encontrar su propio olor, el que dejó ayer. Si una zona huele poco a él o detecta orín de otro perro, no tardará en levantar la pata. Eso sí, sin vaciar su vejiga por completo, que el paseo acaba de comenzar. Cada vez que nuestros compañeros caninos orinan sobre algo lo están reclamando como suyo. Están delimitando las fronteras de su territorio, ampliándolo y protegiéndolo al señalarlos de este modo, ya que cuando otro perro llegue a la zona sabrá que se encuentra en la casa de otro.
Su afán por abarcar el mayor territorio posible le hará recorrer de esquina a esquina un parque o dejar su aroma sobre objetos algo más peculiares, como las ruedas de los coches. Saben que éstos se moverán tarde o temprano, ampliando su territorio allá donde vayan.
Defendiendo el territorio
Una vez que nuestros compañeros peludos establecen su territorio en su mente, cualquier visita inesperada se considerará intruso. Es algo a tener en cuenta cuando veamos que se pone demasiado agresivo, ya que no es cuestión de querer dañar a todo el que pase por el parque, sino más bien de defender lo que cree suyo. Porque sí, por muy presuntuoso que pueda parecer, en la mente del perro ese parque público es suyo, así que está en pleno derecho de ladrar y atacar a cualquier visita no deseada. Para evitar que esta defensa de su zona se convierta en un problema (peleas con otros perros, ataques a personas, demasiado ruido en zonas vecinales, etc.) el adiestramiento a edades tempranas es esencial.
Que se sienta cómodo frente a extraños debe ser nuestra prioridad. Sed algo permisivos, dejad que se le acerquen y lo acaricien, le hará no sólo acostumbrarse a la presencia de otros aparte de su “manada”, sino que además perderá el miedo. Y es que existen situaciones en el que esta agresividad innata se puede ir de las manos.
El miedo, por ejemplo, puede agravar esta defensa del territorio y un perro puede mostrarse más agresivo de lo que aprendió a ser de cachorro. Otros factores como la raza, el sexo o que se encuentre en celo pueden acentuar estos comportamientos. Determinar la causa de estos agravantes ayudará a reducir esta agresividad. Cada vez que nuestro compañero ladre o gruña a otros perros, cada vez que pegue un tirón de la correa en un amago de ataque, lo primero es recordar porqué ocurre esto. Que no es que sea malo, ni maleducado, ni esté enfadado. Solamente está ladrando “¿quién eres tú y qué haces en mi casa?” . Aunque, sí, estéis en mitad de la calle.