Aún recuerdo cuando mi pequeña gata llegó a casa por primera vez. Era verano y empezó a corretear por todos lados, jugando, brincando, ¡un huracán gatuno!. El balcón estaba abierto, había tenido otros gatos y siempre se habían mostrado muy cautelosos con las ventanas y balcones, así que no lo cerré. De pronto, en una veloz carrera, enfiló directamente hacia la terraza, saltando al vacío desde un tercer piso... Por suerte, una mosquitera que había instalado unos días antes, …