A lo largo de la Historia, los gatos siempre han estado presentes para la humanidad. A veces venerados, otras discriminados y odiados… lo que es cierto es que ha sido un compañero del ser humano desde hace muchos siglos atrás y un gran aliado en la caza de pequeños animales y eliminación de plagasentre otros méritos.
Su origen e historia
En cuando a la domesticación, de siempre se ha creído que fueron los egipcios los primeros en tener a los gatos cerca. Pero recientes estudios han hallado restos de la convivencia entre humanos y gatos en el emplazamiento arqueológico de Shillourokambos, en el que encontraron restos óseos de gatos junto a los de un hombre que datan del 7000 a. C.
Lo cierto es que fueron los egipcios los que nos dejaron esa "historia gatuna" mejor plasmada. Tenían y utilizaban gatos para controlar plagas o como protección contra ratones y ratas en las tiendas de alimentos. Poco a poco fue tan importante para la cultura egipcia que acabaron siendo adorados como dioses. Para ellos, el matar o dañar a un gato era un delito tan grave que se penaba con la muerte.
A partir de entonces comenzaron a extenderse los gatos domésticos por todo el mundo, convirtiéndose en un gran compañero del ser humano. Su momento más oscuro llegó en la Edad Media, donde pasó de ser venerado a ser perseguido y masacrado por la creencia de que era un ser asociado al diablo. Afortunadamente, con la llegada de la Ilustración se acabó con esa creencia y el gato se convirtió en una de las mascotas más extendidas del mundo.
Similares aunque diferentes
El gato, como miembro de la amplia familia de los félidos, posee muchas características que lo asemejan a sus "hermanos mayores".
Por ejemplo, seguro que has podido comprobar más de una vez que nuestro compañero felino tiene cierta costumbre a buscar lugares elevados para dormir o simplemente para mirar desde ahí arriba. Este instinto también está presente en la mayoría de los grandes felinos, que buscan la altura de árboles o rocas elevadas para controlar y visualizar la caza o a los posibles enemigos.
En cuanto a la fisionomía también encontramos numerosas similitudes. Las garras retráctiles, los ojos, el sistema de marcaje del territorio, el olfato o el oído son características comunes que solo se diferencian por el tamaño del animal. Hay una cosa que, en este aspecto, les diferencia con nuestros gatos caseros. Las extremidades del gato salvaje, por ejemplo, son más largas que las del doméstico. La razón es simple: nuestro gato poco a poco ha ido perdiendo esa necesidad de correr y saltar muy alto para cazar puesto que nosotros ya le ofrecíamos el alimento, con lo que no necesitaban unas patas tan potentes como lo puede necesitar uno salvaje.
El modo de caza es otra de las similitudes que poseen. La postura, el modo de acercarse sigilosamente o la manera de atrapar a la presa son exactamente iguales entre nuestro "Misifú" y el enorme tigre de Bengala. También son animales predominantemente nocturnos. Gracias a lo desarrollados que tienen sus sentidos de la vista y el oído, prefieren cazar o, en caso de nuestra mascota, merodear por la casa de noche que de día. Y un dato curioso: la mayoría de los felinos comparten también el mismo número de horas de sueño. Así que a partir de ahora, ¡nada de llamar dormilón a nuestro gato!
Al compartir el mismo código genético, la mayoría de diferencias se centran tan solo en los diferentes tamaños. Aunque quizá una de las cosas que les puedan diferenciar son sus "voces". Estamos acostumbrados a oír maullar a nuestros gatos en casa. Pero los felinos salvajes no poseen esta característica. Los grandes felinos poseen rugidos, otros tan solo emiten algunos sonidos cortos y un tanto agudos. ¡Podría decirse que cada uno posee su propio idioma!.
Lo que sí es cierto es que los felinos son seres formidables, sorprendentes y misteriosos sean gatos domésticos o felinos salvajes. Y es que ya lo dice el refrán: "el gato existe para que el hombre tenga el placer de acariciar a un tigre". Y de alguna manera es muy cierto.