Aquí ya hemos puesto en entredicho esa mala fama de ariscos y solitarios que se les otorgan a los gatos. Muchos gestos que nuestros amigos felinos tienen con nosotros nos indican no solamente que son amigables, sino que además consideran que somos parte de su familia. Hasta ahora esto era tan solo una teoría, un comentario, algo que veíamos como consecuencia a su comportamiento, pero desde hace poco tenemos la certeza científica de que es cierto: los gatos nos ven como a gatos gigantes.
¿Por qué los gatos actúan como actúan cuando estamos cerca?
John Bradshaw lleva estudiando el comportamiento de los gatos domésticos por más de 30 años. En su nuevo libro, “Cat Sense”, nos plantea esta inquietante idea. Porque la verdad es que el gato, aun siendo la mascota más presente en nuestros hogares (existen tres gatos por cada perro en el mundo), también es considerada como la que más misterios entraña. A diferencia de otras, el gato ha evolucionado —y todavía hoy en día se comporta— como un cazador solitario. Se acostumbran a nosotros y nos ven como parte de su vida, pero no de la misma manera que lo hacen otros animales domésticos, como por ejemplo el perro. Para los canes somos como sus padres: les damos de comer y los cuidamos. Para un gato, sin embargo, somos uno más de la familia; otro gato enorme y feo que comparte su espacio vital con ellos. Los animales domésticos han ido evolucionando a nuestro lado, sometidos a una selección artificial, la del ser humano. Esta selección, a diferencia de la natural, actúa mucho más rápidamente y ha originado cambios sustanciales en nuestros compañeros animales en muy poco tiempo. Sin embargo, el gato ha sido el que más se ha resistido a cambiar. Como ampliamos en el artículo sobre los gatos salvajes, el gato puede pasar de depender totalmente de nosotros a vivir totalmente ajeno al hombre, cazando y subsistiendo por su cuenta. Bradshaw nos indica en su libro que los gatos han perdido toda función que pudieran tener en el pasado. Es algo normal hoy en día en nuestras mascotas. Nuestros ancestros, por muy egoísta que pueda sonar en la actualizad, adoptaron a los antepasados de nuestras mascotas, los sacaron de su hábitat natural porque les eran de utilidad. Un perro era un defensor del hogar extraordinario y un excelente cazador. El gato mantenía a raya a los roedores, unas plagas molestas, trasmisoras de enfermedades y unos de los mayores problemas de las primeras ciudades humanas. En la actualidad, cuando acogemos a un gato en nuestra casa, no buscamos que cace para nosotros, aunque de vez en cuando él venga a ofrecernos alguna presa. Al no tener ningún “trabajo” en nuestras casas, el gato no ve salida a esos impulsos naturales. Lo que viene a decirnos Bradshaw, básicamente, es que la conducta del gato cuando estamos cerca no viene del aprendizaje, sino del instinto. Y su instinto le dice que somos su aliado, un compañero felino más, aunque algo más grande y escaso de pelaje de lo normal.
Si nos ve como un gato, comportémonos como tal
En el subtítulo de su libro, Bradshaw resume lo que venimos defendiendo en Mascotea desde hace mucho: “Cómo la nueva ciencia felina puede convertirte en un mejor amigo para tu mascota” . No podemos más que subrayar esta frase del autor, por la importancia que tiene el conocer el porqué de las conductas de nuestros compañeros gatunos para poder convivir en armonía con ellos. Porque cuando un gato se frota con nuestra piernas no demuestra sumisión, sino cariño. Está esperando que te acerques a él y que lo acaricies igual. Cuando traiga algún pajarillo que haya cazado, no te escandalices ni asquees. Está tratando de compartir su comida, del mismo modo que tú cada día compartes la tuya, alimentándole. El gato es un animal que necesita su espacio, su naturaleza independiente así se lo pide. Al vernos como otro gato “más grande y no hostil”, también respetará nuestra intimidad. Poco a poco, con la convivencia, se puede llegar a leer entre líneas sus gestos, sabiendo cuándo se muestra receptivo y cuándo no. Es parte de nuestra labor como “gatos” que somos: entenderlos y actuar como sus iguales. Pues eso es lo que en realidad somos: no sus dueños, sino sus gigantes y “felinos” compañeros.